Hace catorce años leí la novela Guía del Autoestopista Galáctico. Desde la primera página empecé a reirme y prácticamente no solté el libro hasta la última. Se notaba que quien lo había escrito se lo había pasado bien, y eso se transmitía. Tan bien me lo pasé, que inmediatemente me puse a leer la segunda novela de la saga, El Restaurante del Fin del Mundo. Me gustó, pero el tipo de humor empezó a hacerse un poco repetitivo. Aún así, tuvo la suficiente fuerza como para hacerme leer la tercera novela: La Vida, el Universo, y Todo lo Demás. Este también me lo hizo pasar bien, pero no tanto como para que me pasara a la cuarta entrega. Ahí acabó mi relación con Douglas Adams.
Ahora que van a estrenar la película basada en el libro, he empezado a leer la novela de nuevo.
¿Qué me ocurre? ¿No soy la misma persona que la leyó hace años? Pues parece ser que no. Le doy la razón a Heráclito. El río no es nunca el mismo, y la persona que se baña, tampoco. La novela me sigue haciendo gracia, el problema es que ahora creo ver "los hilos" de la gracia. Hay muchas situaciones que me parecen buscar de manera demasiado obvia el chiste, la contraposición entre el humano y el resto del universo. A veces me recuerda un poco a Goomer, lo que no es malo, sino todo lo contrario.
Vamos, para quien no lo haya leído, que el libro merece la pena, simplemente que yo ya no soy el mismo que lo leyó por primera vez.
Ah, y el éxito de La Guía es tal que hasta tiene una adaptación en el ciberespacio, eso sí, en inglés.
miércoles, julio 06, 2005
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