Apitiké

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miércoles, diciembre 30, 2009

El tiempo madura el aliento

Tiempo.

Hace poco menos de un mes, vi en CNN+ una entrevista al pintor Hernán Cortés Moreno porque era el autor de los retratos de los "Padres de la Constitución" que se iban a colocar en el Congreso.

Cuando el periodista le preguntó cuánto tiempo puede llevarle realizar un retrato, él dijo algo que me pareció muy interesante. Más o menos vino a decir que podía llevarle dos años, pero no porque estuviera dos años pintando, sino porque empezaba con una idea y entonces, dejaba de pintar, dejaba madurar esa idea, la rumiaba mientras se dedicaba a otras cosas. Si al cabo de un tiempo, esa idea seguía pareciéndole buena, eso era porque tenía la fuerza suficiente como para que siguiera adelante. Si dejaba de gustarle, el tiempo hacía caer la idea por su propio peso.

Tiempo.

Creo que es fundamental para cualquier proceso creativo.

Y escaso.

En la tele (española) no existe el tiempo. Las cosas son siempre para ayer. No existe la maduración del proceso creativo. Pero hoy no quiero hablar de tele.

Hace más de un año os dije que iba a comenzar con mi segunda novela, una continuación de las aventuras de la primera (aún inédita, pero sigo intentándolo). Y lo hice. Comencé a bocetar ideas, a recopilar información que me pudiera ser útil, e incluso a planear una línea argumental. Y me empeñé en seguir esa línea, dando vueltas sin estar muy convencido de a dónde quería llegar.

Dejé de escribir.

Y dejé pasar el tiempo.

Tiempo sin tocar una sóla línea, sin pensar en esa segunda novela más que de manera ocasional. Volviendo sobre la idea inicial. Sin que terminara de ver una salida.

Y estas navidades, mientras estaba a otras cosas, tuve una idea. He mandado la línea argumental que había planeado a la mierda y he escrito cuarenta o cincuenta palabras que resumen una nueva línea argumental. De momento, me parece que me ofrece más posibilidades. Y me apetece más escribir por ahí.

El tiempo maduró la idea inicial y la dejó pudrirse. El mismo tiempo ha hecho que esa idea inicial caiga, suelte su semilla y haga nacer otra.

A ver si aprendemos pronto que en los presupuestos de cualquier creación habría que incluir una partida en letras mayúsculas que dijera: TIEMPO.

lunes, diciembre 28, 2009

sábado, diciembre 26, 2009

Casi nuevo, y a la basura

Recuerdo que cuando era un adolescente podía ver una película clásica sin que me rechinaran los dientes. Y no por ser cinéfilo ni otra enfermedad rara, simplemente es que había películas "clásicas" que eran muy entretenidas. A la gente de mi edad, le pasaba lo mismo. Uno podía tragarse una película de Alfred Hitchock, un thriller en blanco y negro, un western de los sesenta o una película sobre vainas extraterrestres de los cincuenta con la misma emoción que cualquier película de estreno.

Pero no sé qué pasa hoy en día (será que me hago más viejo de lo que creo ser), que a los jóvenes hay que hacerle versiones nuevas de todo lo que tenga más de diez años. Como si las películas tuvieran fecha de caducidad. Por suerte, creo que la moda de colorear los clásicos en blanco y negro fue olvidándose poco a poco, pero por desgracia, si lo hizo fue porque parece que a nadie le interesa ver películas antiguas, ni en blanco y negro ni coloreadas.

Para colmo hoy me he enterado de que van a hacer un remake de Karate Kid, una película que tiene ya la friolera edad de veintiseis años. ¿Los jóvenes de hoy no son capaces de ver la original sin aburrirse? No me lo creo.

Una amiga, profesora, me contaba que los chicos (edad E.S.O) alucinaron cuando les puso El mago de Oz, la versión del 39 de Victor Fleming. Al principio protestaron (precisamente porque la película comienza en blanco y negro), pero después se quedaron boquiabiertos toda la proyección.

Me parece a mí que el problema no está en los espectadores, está en la industria.

O eso quiero creer.

miércoles, diciembre 23, 2009

Predicción

Éste es el tiempo que me espera estos días y no, fijaos bien (pulsando sobre la imagen), no me voy a Asturias.

martes, diciembre 22, 2009

Los Gómez siguen ahí

La serie De repente, los Gómez, sigue emitiéndose, aunque muy poca gente lo sepa. Yo ya dejé de hablar de ella, pero hoy vuelvo al tema porque el capítulo que se emite esta noche fue escrito por el menda lerenda. No es el último que escribí, pero sí el último mío que se grabó. El capítulo doce también tenía guión mío, pero se paró la grabación justo cuando ya estábamos hasta con la lectura técnica de guión hecha. Así que a la serie sólo le quedan tres capítulos para su trepidante (y precipitado) final.

Una seguidora de la serie me pedía que contara qué teníamos pensado como final (los capítulos 12, 13 y 14 ya estaban escritos cuando la serie se paró), así que lo haré cuando acabe de emitirse la temporada.

De momento, puedo decir que en el capítulo de esta noche podéis aprender cómo falsificar nada más y nada menos que una huella dactilar.

lunes, diciembre 21, 2009

El libro del año

¿Pero esto qué es?

¿Todavía no lo has encargado?

No sé a qué estás esperando. Yo no puedo hacer otra cosa que aconsejártelo y recordarte que ya ha salido a la venta Maratón: la vida en cuarenta y dos kilómetros (y pico), mi libro de relatos ambientados en un maratón.

En él podrás encontrar desde una absorbente historia de amor hasta un relato del más puro género negro, pasando incluso por historias del más allá.

Si te das prisa aún puedes tenerlo antes de Reyes. Sólo tienes que encargarlo aquí.

viernes, diciembre 18, 2009

Faemino, Cansado y, de pasada, Rubianes.

Con la excusa de un homenaje al gran Pepe Rubianes, diez minutos en directo de Faemino y Cansado. Grandes como siempre. Y, como siempre, creando diversidad de opiniones. No hay más que fijarse en el público. Mientras unos se descojonan, otros miran como diciendo: ¿esto tiene gracia? ¡PUES CLARO QUE LA TIENE!

¡Deja la caña!

miércoles, diciembre 16, 2009

Fabas estofadas

De uno de mis recientes viajes a Asturias, me traje un kilo de fabas asturianas (regalo de mi suegro). Otras veces hemos hecho con ellas la clásica fabada, pero ayer cambié un poco el registro e hice unas deliciosas fabas estofadas.

Empleé de verdura: una cebolla, dos dientes de ajo, un trozo de puerro, una zanahoria, un cuarto de pimiento rojo, cuatro o cinco judías verdes, una patata mediana y una hoja de laurel. Y de carne: un chorizo asturiano, un trozo de panceta salada y un hueso de jamón.

La cosa no puede ser más simple. Se pone aceite en la olla. El ajo se echa pelado pero entero (o sólo partido por la mitad), y la cebolla se pica. Cuando la cebolla empieza a estar transparente, se añade el resto de la verdura también picada (las patatas según el tamaño en que deseemos encontrárnosla) y se sigue haciendo el sofrito un rato más. Después se añade el laurel, el chorizo entero, la panceta troceada y el hueso de jamón. Se le da un par de vueltas. Nos quedará algo así.

Después se añaden las fabas escurridas (han tenido que estar en remojo al menos doce horas) y se cubren con agua fría. Yo añado la sal en este momento.

Lo ponemos a fuego medio o lento para que empiece a calentar poco a poco. Justo cuando empiece a hervir, echamos medio vasito de agua fría y esperamos a que vuelva a hervir de nuevo. Entonces comenzarán a aflorar las impurezas en forma de espuma.

Vamos quitando esta espuma con un cucharón con cuidado, poco a poco. Cuando pase un rato y apenas salga más, lo dejamos hervir a fuego medio. Yo lo tuve hora y media al fuego.

Después sólo queda servir y comer. Os aseguro que el plato estaba riquísimo. Tanto, que hoy hemos repetido. Eso sí, hay que aprender a convivir con el daño colateral en forma de gases.

martes, diciembre 15, 2009

Jamón, jamón

No es una receta, ni una película, es un homenaje al jamón como sólo la gente de Cádiz podía hacerlo.

viernes, diciembre 11, 2009

El regalo de estas navidades

No sabes qué regalar. No te preocupes, que yo he pensado en todo y para solucionar tus problemas acabo de publicar en Bubok un libro que no puede faltar en ninguna librería que se precie de tal: Maratón: la vida en cuarenta y dos kilómetros (y pico).

En él encontraréis diez relatos que transcurren durante un mismo maratón. Cuando lo acabéis, no sólo habréis disfrutado de una grata lectura, sino que podréis hablar como si vosotros mismos hubiérais participado en la prueba.

Copio aquí el texto de la contraportada:

En la vida hay que plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Hay quienes añaden correr un maratón. Si no lo has hecho, no te preocupes, "Maratón: la vida en cuarenta y dos kilómetros (y pico)" es la solución. Tras leerlo, conocerás como si las hubieras vivido todas las sensaciones de un corredor de la prueba más importante del atletismo. Y encima, divirtiéndote y sentado en tu sillón. Y si ya lo has corrido, podrás revivir aquellos momentos como si volvieras a la carrera.

"Un libro imprescindible. Debería comprarlo todo el mundo". La madre del autor.
"Yo sabía que Antonio J. Cuevas era el único que podía escribir tan bien sobre algo así". El mejor amigo del autor.

Yo que vosotros no dejaría pasar la oportunidad de encargarlo, antes de que se haga la película. Sólo tenéis que pulsar aquí y pedirlo.

Compradlo para vosotros mismos o para regalarlo. No os arrepentiréis.

martes, diciembre 08, 2009

The Prisoner

Ayer terminé de ver la miniserie The Prisoner. Si la hubiera visto siendo adolescente, probablemente hubiera alucinado, me hubiera dejado seducir por ese halo de falso misterio, pero ahora, todo me ha parecido muy forzado y, sobre todo, de una enorme pedantería.

No es que la serie no se deje ver, que sí tiene cierta dosis de intriga, pero si la he terminado es sólo porque sabía que se trataba de una miniserie, si llega a tratarse de una serie regular, no creo que hubiera pasado del cuarto capítulo.

Sin hacer ningún spoiler, lo que puedo comentar es que esta serie es una versión de otra de 1967, y muy probablemente aquella tuviera mucho más sentido que esta, porque todo me sonaba a eso, experimentalidad psicodélica.

Creo que la crítica la pone bien, pero la crítica suele poner bien lo que encierra un par de metáforas, sean o no demasiado obvias (las dos torres brillantes que dominan el paisaje de la villa cantan a 11S desde el principio).

sábado, diciembre 05, 2009

Pudding de bizcochos

Tenía un paquete de bizcochos que se había pasado un poco. Estaban duros y algo deshechos. También tenía unas cuantas nueces, así que decidí aprovecharlo todo haciendo un puding. Es bastante fácil.

Primero se pone a hervir medio litro de leche con una rama de canela, la cáscara de medio limón y algo de azúcar (pero muy poco, dos cucharadas, ya que el bizcocho tiene azúcar). Después se aparta y se deja enfriar un poco. Sacamos la cáscara de limón y la rama de canela, aunque podemos añadir ahora una cucharadita de canela molida.

Cuando está templado, se le añade medio paquete de bizcochos (unos ciento cuarenta gramos) y tres huevos y se bate todo bien. Queda algo cremoso. Después se pelan y trocean cuatro o cinco nueces y se echan ahí.

En un molde al que hemos echado caramelo, vaciamos esta mezcla.

Mientras, hemos puesto una bandeja con agua en el horno para que se precaliente a 200 grados. Cuando el agua ya está caliente, metemos ahí el molde y dejamos que se haga al baño maría a 200º durante unos cuarenta y cinco minutos.

Cuando lo sacamos, tiene este aspecto.

Lo desenmoldamos, le damos la vuelta y, listo. Un rico puding.

jueves, diciembre 03, 2009

Disciplina y mierda

Ayer fui a correr a eso de las ocho y media de la mañana. A quien le gusta correr, sabe que para continuar con la rutina, hay que tener bastante disciplina. El entrenamiento (por placer o para preparar alguna prueba) es un buen aprendizaje para aplicar esta disciplina a cualquier otra actividad, como al escribir.

Esto viene, porque no quiero pasar por alto la noticia sobre el ganador del Maratón de San Sebastián del fin de semana pasado.

Rafa Iglesias quería batir su propia marca y ganar el maratón. Parecía que lo estaba consiguiendo cuando sintió unas terribles ganas de cagar. El hombre siguió, aguantando las ganas, pero cuando aquello ya era insostenible tenía sólo dos opciones: parar a cagar, con lo que perdería tiempo, puede que le adelantaran y, sobre todo, tendría muy difícil recuperar el ritmo, o hacérselo encima. Se lo hizo encima.

Y ganó.

Estoy seguro de que esta anéctoda oculta algún mensaje, una moraleja sobre la vida. Pero aún no sé cuál.