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viernes, junio 14, 2013

FERNANDO POBLET

Hay nombres que tienen el mismo poder evocador que un aroma, nombres que quedan escondidos en algún rincón de la memoria y que cuando son oídos de repente nos traen al presente momentos vividos sobre los que no habíamos vuelto a mirar.

Eso me ocurrió ayer con Fernando Poblet. En la radio escuché la noticia de su fallecimiento y al instante acudieron a mí no ya recuerdos, sino sensaciones. La sensación de despertar en el dormitorio de mi casa (cuando uno dice "mi casa" siempre hace referencia a la casa de sus padres, aunque pasen mil años), de poner la radio antes de levantarnos para ir al instituto y de escuchar el programa matinal que tenían Manolo Ferreras y Fernando Poblet.

El ritual volvió a mí con la misma intensidad que si lo estuviera repitiendo. Para un chaval que vivía en un pueblo, aquel programa era un aliciente cada mañana, un motivo para sonreir y aprender, para recibir en casa todo un mundo alternativo, para apreciar un medio que siempre nos ha acompañado. La radio.

Recuerdo que yo mismo canturreaba después las originales ráfagas de las señales horarias de cada cuarto (¿Era  de ese programa aquello de "Hay que ver, hay que ver, el amor al currelo que tiene Manuel. Cinco horas justitas de espera, esperando de vera la hora cruel, hay que ver, hay que ver"?), y recuerdo que me sorprendía la irreverencia con que trataban algunos temas. Aún me acuerdo, por ejemplo, que no se cortaron a la hora de hacer bromas sobre el accidente del Challenger y los dos cuernecitos que asomaron al explotar.

Fernando Poblet era la guinda de aquel programa, la voz discordante, impredecible. Con aquel apellido yo daba por supuesto que era catalán o valenciano, pero no, era de Gijón.

Como son sólo recuerdos, es probable que mezcle cosas, que hable de varios programas en uno, que todo se haya unido en una nebulosa, pero el nombre de Poblet estaba ahí, presente en mi subconsciente.


Hoy día no tendría libertad para decir lo que decía hace treinta años. Tal vez por eso murió el martes.

lunes, junio 10, 2013

Malas compañías

Al final del partido de ayer de Nadal contra Ferrer, se pudo ver por la tele que el Príncipe Felipe había hecho el esfuerzo de ir hasta París para pasar allí la tarde de domingo en vez de quedarse en su casita con su mujer y sus niñas. Lo malo es que se vio que iba acompañado por los presidententes de las comunidades de Valencia y de Mallorca, dos comunidades con bastantes sospechas de corrupción. Ya sé que son las comunidades de donde proceden los dos tenistas, pero tenía que haber tenido un poco de cuidado de con quién se le ve, que ya se sabe el refrán: dime con quien andas...

Yo creo que si quería ir acompañado, mejor hubiera ido con alguien de la Comunidad de Madrid... ah, no, que tiene casos relacionados con la Gürtel. Bueno, pues con alguien de Cataluña... vaya, el Liceo, las ITV, tampoco. Pues con alguien de Castilla y León... vaya, el caso Lasarte, las licencias de renovables... A ver... podría haber llevado a alguien de Andalucía... qué va, los ERE... Creo que mejor no sigo pensando.

En fin, no tenía por qué ir con ningún político, podía haber ido con algún familiar, qué se yo, su cuñado Urdang...

Y digo yo, ¿qué pintaba allí el Príncipe? Con lo bien que se veía por la tele.

domingo, junio 09, 2013

Español para extranjeros

Existe el día sin tabaco, el día sin coche, el día sin día... y ayer mi santa (como diría Elvira Lindo) y un servidor tuvimos el día sin hija. No fue por capricho, teníamos cosas que hacer y la dejamos a un familiar. Y ya puestos, aprovechamos para algo que no se suele hacer mucho cuanto tienes un crío y a los abuelos lejos: comer fuera los dos solos.

Entre asuntos que atender y asuntos que atender, tuvimos tiempo también para entrar a alguna tienda. En Bajo el volcán de Lavapiés, mi señora compró un libro que le llamó la atención: Spain for the foreigners. En aquel momento aún no lo sabíamos, pero el libro se convirtió en un compañero para el resto del día, en ese compañero gracioso que te hace reír. Lo abrimos antes de pedir la comida, lo abrimos en la sobremesa, lo abrimos durante la copa vespertina... lo devoramos antes de volver a por la cría. Y nos reímos mucho con él.

Spain for the foreigners es un librito de humor muy recomendable sobre todo para aquellos que rozamos los cuarenta por arriba o por abajo, ya que está plagado de referentes de nuestra infancia/juventud, desde el Doctor Rosado al Padre Mundina pasando por Gloria Fuertes. Con unos dibujos mal hechos (supongo que a propósito) y en un inglés macarronico, pretende ser una guía que explique a los extranjeros cómo somos los españoles, cuál es nuestra ideosincracia más profunda. Aunque nosotros nos partimos de risa leyéndolo, lo terrible del asunto es que creo que lo consigue.

Sí, porque el libro será de coña, pero lo que deja ver es lo que deja ver el mejor humor: lo peor de nosotros mismos, lo cutre de nuestra identidad. Si la fórmula del humor es dolor+verdad+distanciamiento, un buen resultado está en este Español para extranjeros.

Si queréis un rato agradable, os recomiendo que le echéis un vistazo. Como muestra os dejo tres páginas del principio del libro, para que valoréis si queréis ver más. (Pinchad en la imagen para ampliarla).


Y para que veáis que no es sólo cosa mía, os dejo una recopilación de críticas que acabo de encontrar y que podéis leer en el blog del autor.