Cola de entrada al Festimad
Tras vueltas, sudores, dudas y aparcar el coche, por fin agarramos las mochilas y nos encaminamos hacia la zona de acampada, pensando que ya dejábamos atrás lo peor y empezaba lo bueno. Al pasar por el control de entrada, un trabajador de la organización me hace abrir la mochila para ver si llevo un martillo. No sé que tenía en contra de tan útil herramienta. Aunque, ahora que lo pienso, aquel trabajador era un ente, un fantasma, un ectoplasma. Me explico. No puedo creer que semejante despropósito como el Festimad de este año haya sido "organizado". Me niego. Y si no hay organización, nadie puede trabajar para ella.
Pasamos el control y cogimos el sendero a la caza y captura de una sombra donde plantar la tienda. ¿Sombra? ¿Qué era eso? Los cuatro arbolitos de todo el parque estaban ya ocupados, así que nos vimos obligados a plantar nuestra vivienda (de mucho menos de 30m2) en medio de un erial tomado por piedras del tamaño de catedrales. Y yo me pregunté entonces: ¿para qué intenta evitar el fantasma de la entrada la introducción de martillos? ¿Acaso estos pedrolos no pueden hacer el mismo o más efecto en caso de batalla campal?
Tras establecer los cimientos limpiando la zona de piedras, montamos la tienda y guardamos nuestras cosas. Eran casi las dos de la tarde. Los conciertos estaban a punto de empezar, así que allí nos encaminamos. Íbamos ya pensando en el litro de cerveza que íbamos a comprar para tomar en el cesped mientras oíamos a los primeros grupos.
Ilusos.
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