Para mi cumpleaños me regalaron un libro de Stephen King, pero no una novela, sino una reflexión sobre la profesión de escritor: Mientras escribo. Aunque en el prólogo afirma que va a hablar del lenguaje, comienza por contar algo que cree imprescindible para entender por qué escribe lo que escribe: su infancia.
No nos ofrece un relato continuado desde su nacimiento en adelante, sino que desgrana en breves párrafos momentos concretos que han permanecido en su memoria. Él los llama "instantáneas desenfocadas". Para mi sorpresa, lo que hace en este libro en esa primera parte autobiográfica, se parece (salvando las distancias) a lo que yo estoy haciendo en mi otro blog: Memorias de un mindundi. También me ha resultado curioso que entre sus primeros recuerdos destaque la figura de un médico y una historia con una jeringuilla. También sitúo mis primeros recuerdos en un hospital.
No quiero decir con esto que me parezca a Stephen King, pero me ha llevado a una pregunta mil veces hecha: ¿marca tanto la infancia?, o más concretamente: ¿influye lo que vivimos en esos años en lo que vamos a escribir el resto de nuestra vida?
Al hilo de esto, un amigo siempre me dice que mi estilo se caracteriza por deslizar la realidad a dos centímetros del suelo, por añadir mínimos elementos de realismo mágico a casi todo lo que escribo. No lo sé, uno nunca es el mejor juez de sus propias obras.
Pero ahora, cuando acabe de leer el libro de Stephen King, voy a volver a leer mis propias memorias e intentar sacar alguna consecuencia. Tal vez con una infancia en un pueblo, en un ambiente rural, viviendo más en la calle que en casa, rodeado de una familia muy numerosa no se escriba igual que con una madre separada, trabajadora e itinerante (por poner el ejemplo del propio Stephen King).
Y me hago otra pregunta: ¿a quién coño le puede interesar todo este rollo aparte de a mí mismo?
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2 comentarios:
A mi me importa, Pedro. A mí :=)
Je, je
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