Apitiké

Apitiké
Nuevo servicio para escritores

martes, septiembre 18, 2007

Terror nocturno

Últimamente, tanto el Guionista Hastiado como Guionista en Chamberí se han preguntado el por qué de la necesidad de contar historias. Yo no lo sé, pero la pregunta me ha traído el recuerdo de unos momentos de mi infancia que ya conté en mi otro blog. Y como ando algo escaso de tiempo, copio lo que escribí allí con el mismo título.

Como ya he contado, cuando llegaba el verano, llegaba mi primo. En la nueva casa se quedaba a dormir con nosotros. Mi habitación era enorme. En ella dormíamos mi hermano mayor y yo en dos camas, y en otra, colocada transversalmente, mi hermano, el tercero. El pequeño dormía en la habitación de mis padres.

Pero cuando venía mi primo, no había más camas, así que tirábamos un colchón al suelo, junto a la ventana, y allí dormíamos los dos, con medio cuerpo fuera para aprovechar el fresco del suelo, y medio cuerpo dentro del colchón de espuma.

Bueno, lo de dormir es mucho decir, porque nuestra afición favorita era contarnos películas. Podíamos tirarnos hasta las tantas de la noche contándonos las películas que habíamos visto desde la última vez. Y no hacíamos un resumen del argumento, sino que empezábamos por el principio e intentábamos ir contándola paso a paso, detalle a detalle. Si contábamos una de aventuras, poníamos emoción, si era comedia, humor, y si era miedo, intentábamos crear la atmósfera de terror.

Y en una de esa estábamos, contando una película de miedo (creo que yo le contaba Phantasma a él, pero puede que la memoria me falle), cuando en lo más terrorífico del relato, algo ocurrió.

En medio de la tensión creciente, una sombra apareció por el pasillo, tras la sombra, como en la escena más terrorífica de una película de serie B, una mujer en camisón movido por la brisa nocturna. Nuestro grito tuvo que oírse en kilómetros a la redonda. Toda la familia se despertó.

Pero, bueno, tampoco era para tanto. Al fin y al cabo, sólo se trataba de mi madre. Tener sed en mitad de la noche puede tener estas consecuencias...

Os dejo con una escenita de la película en cuestión.

4 comentarios:

Daniel dijo...

Estupendo recuerdo, Zero. Entrañable y... terrorífico.

Me has hecho recordar que mis hermanos y yo también nos contábamos películas (también dormíamos todos en una habitación grande que siguió llamándose "la de las tres camas" incluso cuando no había más que una). Creo que le contaba cuentos inventados a mi hermano pequeño, pero no estoy seguro, igual me lo he inventado.

Muchas gracias por el enlace y un abrazo.

Anónimo dijo...

Yo de crío era un poco repelente: cuando veía una película que me gustaba (y me gustaban muchas), luego solía contársela a mis amigos de pe a pa...

Qué curiosa esa necesidad de compartir, como si las historias no estuvieran completas, no tuvieran valor hasta que son compartidas...

Un fuerte abrazo!

Reputada dijo...

Yo es que no puedo hablar de pelis de miedo y mucho menos verlas, porque... me da miedo, pero mucho, pavor, terror, furor (ah no que esto es un programa de karaoke), en fin que me cago por las patas pabajo.

Zero Neuronas dijo...

Dani y Hastiado, puede que contar aquellas películas fuese nuestro primer ejercicio para esta profesión, ¿no?

Y Reputada, de eso se trata de pasar miedo, pero sabiendo que sales del cine y se acabó todo.