
En estos días que pasé en mi casa, no sólo aprendí un truco para freír berenjenas, sino que mi madre también me enseñó otro para que las sardinas no huelan al ser asadas (o al menos, para que no huelan tanto).
La cosa es muy sencilla, sólo hay que pasar cada sardina por harina, como hacemos cuando vamos a freírlas. Después las asamos normalmente y nuestros vecinos y visitantes se evitarán ese olor tan penetrante.
Al parecer hay otro truco (este no lo había probado mi madre, pero se lo dijo una vecina), y es poner una hoja de laurel sobre cada pescado. No sé si es efectivo, será cuestión de probar, aunque lo mejor será enharinar las sardinas y después añadirles una hojita de laurel.
Hombre precavido...
No hay comentarios:
Publicar un comentario