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martes, noviembre 22, 2005

El cinismo francés

Hace años, para mi cumpleaños, una amiga me regaló el libro Las partículas elementales, de Michel Houellebecq. No lo leí inmediatamente, sino algunos meses después. Cuando lo hice, quedé fascinado por aquella lectura que me desagradaba y me hacía reir al mismo tiempo, que sacaba lo peor de uno y lo exponía a la vista. Y aluciné con un final que daba un giro sorprendente a lo que había leído (tranquilos, no voy a desvelar ese final).

No leí ninguna de las otras novelas de este autor, pero ayer comencé con la última, recién publicada: La posibilidad de una isla. Ésta es una novela que mezcla una especie de ciencia ficción (el hombre, o algo que se le parece por fin ha alcanzado la inmortalidad, o algo que se le parece), con reflexiones cínicas y nihilistas sobre la realidad.

Por lo pronto, yo me pierdo en algunos referentes a la cultura francesa, pero tampoco importa mucho, porque todo lo demás es muy universal. Por ejemplo, realiza una reflexión sobre la risa. El hombre es el único animal que se ríe, pero llega a la conclusión de que esa capacidad se debe también a que el hombre es el único animal que posee el don de la crueldad. Nos reímos porque somos crueles. Y un claro ejemplo son tanto los monólogos que se supone realiza Daniel (el protagonista número uno) en su vida profesional, como la novela en sí.

Como muestra de la manera de escribir basten dos ejemplos:
"En cuanto a los derechos humanos, es obvio que me importaban tres leches; apenas si conseguía interesarme por los derechos de mi polla".
"El día del suicidio de mi hijo me hice unos huevos con tomate".

Brutal, y eso que sólo acabo de empezar.

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