
A finales de 2010 y principios de 2011 estuve trabajando de guionista en
Rico al instante, un programa que
nadie vio pero que todo el mundo conocía porque casi todo el ser humano (o no) que tenía teléfono móvil en nuestro país
recibió un mensaje para que participara.
Desde que me pasé a escribir ficción, llevaba casi siete años sin trabajar en un programa de entretenimiento. Volver a pisar una redacción, a vivir el montaje del plató, a sentir el hormigueo del directo, me hizo pensar “tengo que escribir algo sobre la diferencia entre escribir ficción y escribir entretenimiento”.
Y en eso estoy ahora mismo. Pero no me refiero al trabajo en sí, a lo que se escribe, sino a la forma física de afrontarlo.
Para empezar, en el mundo de la televisión me he encontrado con tres tipos de guionistas: los que se dedican al entretenimiento y no quieren saber nada de ficción (o al menos no es su prioridad), los que se dedican a la ficción y no quieren saber nada del entretenimiento, y los que escriben tanto ficción como entretenimiento. Yo no niego que me atrae más la ficción, pero hay cosas trabajando en un programa que no puedes tener trabajando en una serie.
Como decía, una de las cosas es el hormigueo del directo. La adrenalina disparada, la sensación de que todo puede ir mal dos segundos antes de salir al aire y la sensación de que no sabes cómo todo ha salido más o menos bien dos segundos después de acabar.
Pero la diferencia fundamental, creo, en la forma de trabajar es que un guionista de entretenimiento es parte activa del equipo. Vive con las redactoras (o los redactores), está en contacto con el director o directora, participa de las reuniones con producción… Y lo más importante, come con la mayoría del equipo.
En ficción, los guionistas suelen ser un grupo aparte con camisetas originales que no se junta con el resto del equipo más que lo justo y necesario. Muchas veces trabajan desde casa, con lo que pueden no llegar a conocer ni al diez por ciento del equipo de la serie. Y siempre, siempre, tienen la culpa de todo.
Sin embargo, al final se trata de crear, de escribir, de encontrar soluciones a problemas narrativos. Y en eso, un guionista siempre es un guionista, aunque esté haciendo sus cosas en el baño.