Tal día como hoy, hace justo veintitrés años, llegué a Madrid para quedarme. Era un pipiolo de dieciocho años, pero me veía ya como un adulto con toda una vida que acometer.
Era, como hoy, el día de la Hispanidad, el día del desfile militar. La ciudad estaba tomada por fuerzas de seguridad. Y ocurrió una anécdota que aún hoy recordamos de vez en cuando.
A Madrid nos vinimos juntos a estudiar tres amigos del pueblo. Los tres decidimos compartir un piso de alquiler. Mes y medio antes, un amigo y yo habíamos venido a la capital a patearla buscando algo bueno, bonito y barato. Al fin encontramos algo que no estaba del todo mal en la calle Escosura, muy cerca de la Glorieta de Quevedo. El asunto era que nosotros no sabíamos que estaba cerca de Quevedo, porque nuestro pateo había comenzado desde la salida del metro de Argüelles, por lo que creíamos que el piso estaba pegado a él.
Llegamos a Madrid los tres amigos y el hermano de uno de ellos en un viejo expreso que se detenía en todas las paradas de su recorrido inundando los vagones con el olor metálico de los frenos. Cansados y maldormidos, fuimos recibidos por una tía y un primo míos y la antigua novia de uno de mis amigos que se había venido a vivir a Madrid. Que yo recuerde.
Estas siete personas y un montón de maletas (parecía que habíamos emigrado al extranjero, pero en aquella época no tan lejana las distancias se medían de otra forma) nos encaminamos al metro de Atocha y salimos por Argüelles para buscar nuestro piso, donde habíamos quedado con la dueña para que nos entregara las llaves y terminar los trámites de alquiler.
Nos perdimos. No sabíamos cómo habíamos llegado. Como andar tirando de todo aquel pesado "ajuar" hasta que diéramos con la calle en cuestión podía ser una tarea excesiva, un amigo y yo decidimos que todos los demás nos esperaran, que nosotros nos adelantaríamos a encontrar el lugar.
Al volver una esquina (ahora creo que podía ser la calle Gaztambide), encontramos una pareja de la policía nacional hablando con un paisano apoyados en su Zeta, su furgoneta blindada. Le preguntamos dónde estaba la calle Escosura y uno empezó a explicarnos cómo llegar, pero el otro le cortó y dijo:
- Venga, subid que os llevamos.
Nosotros nos miramos un momento y respondimos:
- Es que no estamos solos... Venimos con más gente.
- Llamadlos, que se vengan también -dijo el policía.
- Es que...- tímidos, íbamos dando la información poco a poco-, son cinco personas más.
- Bueno, da igual, que vengan.
Faltaba por dar la última información.
- Ya, pero es que... venimos también con maletas.
Los policías se miraron, pero su orgullo les impedía echarse ya atrás.
- Qué importa. Venga, acercaros que os llevamos.
Nosotros fuimos a buscar a los demás y a todos nuestros bártulos. Cuando doblamos la esquina y nos vieron llegar, el paisano que había estado hablando amigablemente con los policías comenzó a reír a carcajadas.
- Ja, ja. Voy a tener que llamar al Interviú para que os fotografíe.
Todos nos subimos a la furgoneta policial. Ahí atrás íbamos rodeados de barrotes y fusiles. Los policías se saltaron un par de semáforos en rojo y nos llevaron hasta el mismísimo portal donde habíamos alquilado el piso.
Al bajarnos de la furgoneta, vimos que la dueña del piso estaba esperando en la acera. Ya podéis imaginar la cara que tuvo que poner al ver a sus futuros inquilinos saliendo escoltados por la policía nacional.
Y así, de esta peculiar manera, hicimos nuestra entrada en la capital.
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8 comentarios:
Porque creemos en tu palabra, Antonio, porque si no, sabiendo que eres guionistas, parece que lo hubieras escrito. Es como de Azcona y de Berlanga. La vida supera al arte. Pues felicidades por esos 23 años en Madrid, que es mi pueblo, y el tuyo y el de tus descendientes ya.
Eso. Antes ya me sentía casi madrileño, pero con una hija madrileña, la cosa está completa.
Sería muy largo contar por qué me acuerdo, pero tal día como hoy, hace veintitrés años, estuve en el cine, fui a ver Mo better blues, de Spike Lee, vivía en la calle Conde Duque y estoy completamente seguro de que pasé por la calle Gaztambide. Quizá vi a ese grupo de recién llegado con maletas y sea lo único que he olvidado. Me gusta cuando escribes estas cosas.
Jorge.
Me sumo a Jorge. Me gusta cuando escribes de esta manera. Parece que emerge el guionista que hay dentro de tí.
No me imagino lo que pensaría la señora de la casa cuando os vio salir de la lechera.;-)
Ya veis, las cosas de la vida real.
¿No sería esta una buena forma de comenzar las memorias de un mindundi, Madrid 1987-20..., los años del despegue?
Yo las leería...
Willow, known before as Buffy!
Ya sé que tú las leerías, pero eso no cuenta, porque eres fan incodicional... ;-)
Imagina que, en lugar de una furgoneta de la policía, os hubierais encontrado con un tanque de las Fuerzas Armadas recién salido del desfile.
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