Una de las primeras excursiones que hice en mi vida, si no la primera, fue a la Gruta de las Maravillas, en Aracena. Estaba en la EGB y no debía de tener más de diez u once años, así que os hablo de finales de los setenta o principio de los ochenta.
Al curso le quedaba poco para llegar a las vacaciones, lo recuerdo porque hacía ya calor. Tanta, que los profesores nos compraron un polo a cada uno de los niños. Uno a uno, fuimos quitando los plásticos protectores y tirándolos al suelo. Al momento, un trabajador del ayuntamiento se nos acercó muy enfadado y comenzó a llamarnos guarros, que cómo tirábamos todo al suelo, que si en nuestra casa hacíamos lo mismo... Ya sabéis. Y nos señaló una papelera a escasos metros. Para mí y para todos mis compañeros, ver una papelera por la calle era algo tan raro como ver una nave nodriza del planeta Taurón. Por aquellos años, no era algo que se estilara en mi pueblo.
Sea como sea, a mí aquel discurso me afectó, porque vi que el tipo tenía razón. En un momento habíamos dejado la calle hecha una mierda, cuando no nos hubiera costado ningún esfuerzo acercarnos a la papelera. Fue una bronca que me caló. De no ser así, no la recordaría treinta años después. Yo mismo repetí una bronca muy parecida a un compañero de trabajo mío en la época en que yo era empleado del McDonalds (allá por el año 93). Por la calle, mi compañero se metió un chicle en la boca y tiró el envoltorio. Le abronqué por ello y fue la primera vez en que me sentí mayor.
Esta anécdota muy bien podría haber estado en el best seller Memorias de un mindundi (a día de hoy con 435 descargas y 59 compras en papel entre sus dos ediciones), pero no fue así. Si la he recordado justo ahora es por algo que he visto esta mañana.
Hoy he ido a darme mi carrerita matinal por la Casa de Campo de Madrid. Cuando paso frente a la salida del metro Batán, me encamino por un pequeño puente de madera sobre un arroyo seco. Es un puente que utiliza la chavalería ahora que hace buen tiempo para pasar la tarde charlando de sus cosas. Y esta mañana estaba todo cubierto de bolsas vacías de patatas fritas, latas de refrescos, bolsas de pipas y chucherías varias. Me he visto entonces en Aracena, tirando envoltorios de polos al suelo y me he imaginado que si alguno de los chavales que ayer estuvieron allí hubiera llevado una bolsa de basura para no tirar nada al suelo, hubiera sido objeto de todo tipo de burlas. Es una mentalidad la nuestra difícil de cambiar.
Poco después, tras terminar de subir una cuesta, dos conejos se han quedado mirando cómo pasaba, sin inmutarse, pendientes de mi carrera. Por un momento creí que se iban a poner en pie, sacar un par de sombreros e invitarme a tomar un Aquarius.
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8 comentarios:
¿Has visto 'Mad men'? En la segunda temporada hay una escena que ilustraría muy bien este post.
Vaya, sólo vi la mitad de la primera. No sé por qué, pero la serie, por buena que sea, no me atrapó. No me creía mucho lo que veía. Tal vez tenga que darle otra oportunidad, pero hasta ese momento: ¿de qué iba la escena?
Era una escena bucólica con la familia del protagonista disfrutando de un pícnic campestre. Al acabar, se levantan y lo dejan todo tirado por ahí. Incluso creo recordar que Draper arroja una lata concienzudamente.
La verdad es que la serie es tan esteticista que cuesta creerla, pero yo soy capaz de creerme hasta el remake de 'Galáctica' (exceptuando la última temporada).
¡Qué conejos más simpáticos!. En efecto, es muy difícil cambiar nuestra mentalidad. Ahora pienso en los botellones que he hecho: no siempre, pero muchas veces dejamos las botellas en el sitio. Eso sí, a medida que íbamos cumpliendo años, nos acercábamos más a las papeleras.;-)
te cuento una anécdota de hace 2 días. REAL Y VERIDICA.
Voy caminando por la calle y escucho una chica joven gritando e insultando a una señora mayor: "Tú sí que eres guarra. Puta. Más que puta ...".
Sale de una tienda el que parecía ser el novio de la chica preguntándole a su novia que qué pasaba. Esta responde: "Que la vieja esta me ha llamado guarra por tirar el palo del helado al suelo!!!"
sin palabras me quedé.
Mi infancia la marcó aquello de "Sebastián Palmito, un tipo muy aseado". Creo que los nacidos en Lora a principio de los ochenta vimos de otra forma la higiene... y al palmito, claro :-)
Pues debe ser, porque no tengo ni idea de lo que es "Sebastián Palmito", claro, yo nací a finales de los sesenta. Glups, qué mal suena eso.
¿No? Fue una campaña que se lanzó por tierra, mar y aire para cuidar de la limpieza personal y la del pueblo... Había carteles y pegatinas con el palmito "típico" de la tierra, al que se bautizó como Sebastián por aquello del patrón jeje
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