
Tenía cierto miedo a encontrarme con una cosa lenta, envejecida, anticuada, que apartara de mi cabeza el halo mítico que la serie tenía, y eso que apenas recordaba nada. Víendola ahora, dudo que de niño entendiera la mitad de las cosas, pero entiendo que me gustara.
Caída y auge de Reginald Perrin sigue siendo (al menos su primera temporada) una serie genial. Todo el mundo puede seguir identificándose con ese hombre estresado y cansado de su anodina vida que quiere dar un giro radical a todo. Los personajes (todos) van evolucionando y ganando mucho según avanzan los siete capítulos de media hora (¿veis, señores mandamases, como no hacen falta setenta minutos de ficción?), y sorprende la gran cantidad de exteriores naturales que contiene la serie según va llegando a su final (sobre todo teniendo en cuenta su fecha de producción).
El humor que destila es a veces inocente, a veces ácido, a veces burdo, a veces sutil, a veces visual... Pero sigue siendo un humor que hace reír todavía.
Una lección.
(Eso sí, la he visto en versión original subtitulada, y el actor que hace de Reginald Perrin es genial, pero tiene una forma de hablar tan particular que apenas entendía la mitad de lo que decía, incluso con subtítulos. Aún así, merece la pena escucharle).