De ahí partimos hacia Vannes, punto de partida de una excursión en barco por el Golfo de Morbihan que habíamos reservado ya la víspera. Esta vez nuestra comida se redujo a un enorme bocata, porque no había tiempo para mucho más. La excursión de cuatro horas y pico nos llevó por el interior de este golfo (vuelvo a dejar enlace al Google Maps)desde Vannes hasta rodear la Isla de los Monjes y vuelta a Vannes. La vista agradecía perderse en esa inmensidad de agua y pequeñas islas.
Tras el paseo, recorrimos las calles de Vannes, lo que supuso una agradable sorpresa. Es una ciudad que conserva un centro medieval fortificado, numerosas casas típicas y bastantes rincones muy agradables.
Tras el paseo, cenamos en un la terraza de un restaurante moderno con comida que mezclaba lo moderno y lo tradicional a un precio razonable: el A L'aise Breizh Café, que por cierto es el restaurante de una marca de camisetas (llevo una en la foto).
Tras cenar con vistas a la ría, de vuelta a Lorient y al Festival.
Por ser la última noche que nos quedábamos, encontramos muy buenas y diferentes actuaciones. Desde una expecie de teatro experimental en el que dos personas que viven en pisos contiguos se encuentran y enamoran a través de la musica:
Hasta un grupo canadiense que metió mucha marcha a la noche.
Y tras tanto ajetreo, a dormir.
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