Hace poco menos de un mes, vi en CNN+ una entrevista al pintor Hernán Cortés Moreno porque era el autor de los retratos de los "Padres de la Constitución" que se iban a colocar en el Congreso.
Cuando el periodista le preguntó cuánto tiempo puede llevarle realizar un retrato, él dijo algo que me pareció muy interesante. Más o menos vino a decir que podía llevarle dos años, pero no porque estuviera dos años pintando, sino porque empezaba con una idea y entonces, dejaba de pintar, dejaba madurar esa idea, la rumiaba mientras se dedicaba a otras cosas. Si al cabo de un tiempo, esa idea seguía pareciéndole buena, eso era porque tenía la fuerza suficiente como para que siguiera adelante. Si dejaba de gustarle, el tiempo hacía caer la idea por su propio peso.

Creo que es fundamental para cualquier proceso creativo.
Y escaso.
En la tele (española) no existe el tiempo. Las cosas son siempre para ayer. No existe la maduración del proceso creativo. Pero hoy no quiero hablar de tele.
Hace más de un año os dije que iba a comenzar con mi segunda novela, una continuación de las aventuras de la primera (aún inédita, pero sigo intentándolo). Y lo hice. Comencé a bocetar ideas, a recopilar información que me pudiera ser útil, e incluso a planear una línea argumental. Y me empeñé en seguir esa línea, dando vueltas sin estar muy convencido de a dónde quería llegar.
Dejé de escribir.
Y dejé pasar el tiempo.
Tiempo sin tocar una sóla línea, sin pensar en esa segunda novela más que de manera ocasional. Volviendo sobre la idea inicial. Sin que terminara de ver una salida.
Y estas navidades, mientras estaba a otras cosas, tuve una idea. He mandado la línea argumental que había planeado a la mierda y he escrito cuarenta o cincuenta palabras que resumen una nueva línea argumental. De momento, me parece que me ofrece más posibilidades. Y me apetece más escribir por ahí.
El tiempo maduró la idea inicial y la dejó pudrirse. El mismo tiempo ha hecho que esa idea inicial caiga, suelte su semilla y haga nacer otra.
A ver si aprendemos pronto que en los presupuestos de cualquier creación habría que incluir una partida en letras mayúsculas que dijera: TIEMPO.