Se ponen en una cazuela un poco de aceite y dos o tres dientes de ajo cortados en láminas. Se hacen un poco, pero sin que lleguen a dorarse, y se añade sal (poca) y medio kilo de salchichas blancas frescas (o más si se quieren hacer más).
Ahora se dejan hacer un poco moviendo de vez en cuando. Es bueno cubrir la cazuela para que las salchichas no sólo se frían, sino que se vayan cociendo en su propio calor. Cuando están ya casi hechas, añadimos una hoja de laurel y vino blanco, el suficiente para cubrir las salchichas. Ahora lo dejamos cocer con la cazuela destapada, para que el vino vaya reduciendo.
En quince minutos o incluso menos, ya está. Para espesar la salsa yo a veces añado una cucharadita de sémola de trigo y dejo cocer un poco más, pero eso no es necesario, o incluso, si se quiere, se puede sustituir por harina.
Y ya está, un clásico en mi cocina y en los restaurantes de menú 6€.
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