La que he llamado tercera etapa corresponde en verdad al cuarto día de viaje. Partimos de Saint-Maló para acercarnos, río Rance abajo, a Dinan, una ciudad amurallada con mucho encanto. Lo que más me llamó la atención es la cantidad de pintores y artesanos que hay por metro cuadrado. A cada paso te encuentras una galería de arte, el taller de un pintor, una tienda de cuadros o esculturas... Y en verano hay mucha vida, muchos turistas por todas partes. En la foto, uno de ellos:
Su puerto fluvial también tiene mucho encanto y es digno de contemplarse tanto desde la propia ciudad, situada arriba, como paseando por el mismo puerto. Comimos allí, contemplando el río y los barquitos. Fue uno de esos momentos en que dices: "¡Qué bien se está de vacaciones!".
Tras comer y volver a pasear por Dinan, nos encaminamos al Cabo Fréhel, al oeste de Saint-Malo. Había algunas nubecillas, pero no tenía pinta de que se pusiera a llover.
Dejamos el coche aparcado a la entrada y comenzamos a caminar por un paisaje precioso que transmite una enorme sensación de tranquilidad. A pesar de que también acuden bastantes turistas, el espacio es tan amplio que puedes sentirte solo en medio de la naturaleza con bastante facilidad. La foto de la izquierda es del faro del cabo.
La foto de abajo de uno de los acantilados que se pueden contemplar caminando. Mires a donde mires sólo encuentras espacio abierto, mar y monte. Un relax para la vista después de tanto tiempo al ordenador como se pasa uno en el trabajo.
Sin embargo, nuestro gozo en un pozo, cuando caminábamos por el medio de la nada, comenzó una fuerte tormenta. No nos quedó más remedio que volver sobre nuestros pasos. Esto era lo único que la vista alcanzaba entonces:
Empapados hasta la médula, no nos quedó más remedio que regresar al hotel a ducharnos y cambiarnos. Ya atardeciendo y "reparados", fuimos a Dinard. El pueblo en sí es como cualquier pueblo de playa, aunque a mí me recordó bastante a Santander por la abundancia de palacetes. Pero lo espectacular es su paseo marítimo. No es un paseo marítimo como el concepto que habitualmente conocemos aquí, sino un estrecho camino que rodea la ciudad y va por playas y acantilados. De nuevo, como el día anterior, contemplamos un atardecer digno de película.
Y como la noche nos pilló en Dinard, cenamos allí. Haciendo de nuevo caso a la guía, nos metimos en una pizzería juvenil en la que encontramos un ambiente bastante divertido e incluso llegamos a presenciar la celebración de un hortera cumpleaños con cantos y baile incluido.
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2 comentarios:
Tiene buena pinta el viajecito que has hecho Antonio...En la primera foto se ve, incluso, hasta un trocito de cielo azul! ;-P
Muy bonito el paisaje, la primera foto es una pasada, parece que estás en un decorado de cine....
Un saludo
Quique
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