Hace muy poco he visto la primera temporada de Caída y auge de Reginald Perrin, una serie británica de finales de los setenta que recordaba haber visto e incluso disfrutado en mi más tierna infancia.
Tenía cierto miedo a encontrarme con una cosa lenta, envejecida, anticuada, que apartara de mi cabeza el halo mítico que la serie tenía, y eso que apenas recordaba nada. Víendola ahora, dudo que de niño entendiera la mitad de las cosas, pero entiendo que me gustara.
Caída y auge de Reginald Perrin sigue siendo (al menos su primera temporada) una serie genial. Todo el mundo puede seguir identificándose con ese hombre estresado y cansado de su anodina vida que quiere dar un giro radical a todo. Los personajes (todos) van evolucionando y ganando mucho según avanzan los siete capítulos de media hora (¿veis, señores mandamases, como no hacen falta setenta minutos de ficción?), y sorprende la gran cantidad de exteriores naturales que contiene la serie según va llegando a su final (sobre todo teniendo en cuenta su fecha de producción).
El humor que destila es a veces inocente, a veces ácido, a veces burdo, a veces sutil, a veces visual... Pero sigue siendo un humor que hace reír todavía.
Una lección.
(Eso sí, la he visto en versión original subtitulada, y el actor que hace de Reginald Perrin es genial, pero tiene una forma de hablar tan particular que apenas entendía la mitad de lo que decía, incluso con subtítulos. Aún así, merece la pena escucharle).
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3 comentarios:
Es curioso Antonio, porque la imagen que yo tengo de esta serie es que mí no me gustaba (no creo que la viera más allá de dos o tres veces) , precisamente porque me daba la sensación de que no entendía nada y no sabía a cuento de qué decían que era de mucha risa, así que a lo mejor hay que darle la oportunidad.
Pues yo no la recuerdo, he debido tener una infancia de lo más estandar...verano azul, el equipo A, el coche Fantastico, Starky y Hatch (joder como me gustaba el coche)....
Un saludo
Quique
Yo sí que me acuerdo, aunque la pillé ya metida en la caída. Recuerdo sobre todo la inutilidad total de los objetos que vendían.
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