Hay reencuentros que no son reencuentros, sino ataques de pasado. Hoy, leyendo la
entrada de mi amigo Juanma, mi cabeza se ha hinchado de nostalgia. Juanma habla de la presentación del libro de poemas de su “amigo y hermano” Juanfran. Juanfran fue para mí también un amigo y hermano durante mucho tiempo. En esos años que marcan tanto de la preadolescencia. Con él escuché millones de veces el Rock ‘n Rios o a Victor Jara o decenas de discos en su casa, con él leí muchos libros mientras él fumaba un cigarrillo tras otro y yo no pasaba de beber cerveza. Con él escribí muchos cuentos y algunos poemas.
Aún recuerdo incluso una vez que experimentamos escribiendo algo a medias sin saber lo que escribía el otro. Uno escribía un verso y pasaba la página al otro tapándolo, que escribía otro verso y tapaba los dos primeros para pasarla de nuevo. Ahora escribía un tercer verso sin ver los dos primeros, volvía a taparlos y los pasaba para que escribiera un cuarto. Así hasta el final. El resultado nos gustó. La pena es que no conservo ninguno de aquellos poemas ni cuentos.
Con eso nos divertíamos, jugando con el lenguaje, uniendo palabras con o sin sentido. Sintiéndonos, o siendo ya, escritores.
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Juanfran, con el botellín en la mano. |
Juanfran siempre tuvo un punto ácrata y bohemio del que yo carezco. Yo poco a poco fui abandonando la poesía porque es algo a lo que le tengo mucho respeto y que me parece una de las maneras de escribir más difíciles (si se quiere hacer bien, claro). Hoy he visto con alegría que mi amigo Juanfran sigue cultivando las letras con la misma pasión que entonces, y al leer que su libro
Cabezabajo acaba de publicarse, me han entrado unas ganas terribles de reencontrarme con él en forma de versos. La pena es que parece que de momento el libro sólo se puede conseguir en un par de lugares de Sevilla.
Pero todo se andará.